Compulsión a la repetición
Da igual, Prueba otra vez, Fracasa otra vez, Fracasa mejor. Samuel Beckett
"Tropecé de nuevo con la misma piedra" dice el dicho popular, ¿por qué siempre me sucede lo mismo? ¿por qué siempre me relaciono con este tipo de personas? La pregunta insiste cada vez que al repetir ciertas situaciones de vida – por lo general dolorosas - la explicación que nos damos a nosotros mismos es que tenemos mala suerte, que la vida no nos sonríe, o en algo más paranoico, que el mundo esta conspirando en nuestra contra. Sabemos que ésto no es verdad y, aunque evidentemente buscamos el placer, el bienestar, el estar mejor, el vivir sin complicaciones, el tener experiencias gratificantes, el generarnos vivencias positivas, inclusive hasta momentos felices si así lo quieren, a veces terminamos por hacer todo lo contrario hasta llegar al punto de expresar: ¡pero qué necesidad! Existen dos principios básicos para explicar el funcionamiento mental a saber: el principio del placer y el principio de realidad. El objetivo del primero es solamente evitar el displacer y obtener placer. Freud nos enseña que el displacer que experimenta el ser humano está directamente relacionado con un registro en el aumento de la excitación entendida como tensión – no de índole sexual - y por el contrario, el placer con la reducción de la misma. Muchas de las decisiones que tomamos y que sabemos de antemano que no nos van a llevar a nada bueno y aún así seguimos adelante siendo la crónica de una muerte anunciada tiene su explicación en un placer aparentemente ignorado por nosotros, la llamada ganancia secundaria del síntoma o, lo que es lo mismo: "todo infortunio esconde alguna ventaja" diría Serrat en los bienaventurados. El concepto de compulsión a la repetición nos explica el oscuro proceso, por el cual, sentimos placer a pesar del daño que nos hace esa persona o situación y no podemos dejarla; de hecho, estas son las bases de la codependencia – tema del que hablaré en las próximas semanas – y que repetimos una y otra vez. Lo que no recordamos estamos condenados a repetirlo; esta infame compulsión que tanto malestar nos provoca en el fondo no es del todo desagradable ya que en ella encontramos varias cosas, Freud al respecto, nos brinda una luz: “Se advierte que los niños repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida; de ese modo, descargan emocionalmente la intensidad de la impresión y se adueñan, por así decir, de la situación.”[1] Me atrevería a sostener que eso, efectivamente, les pasa a los niños y a los no tan niños, a los adultos, a ti que estas leyendo y a mi que lo estoy escribiendo o tal vez no… La compulsión a la repetición y la transferencia son conceptos que no pueden existir uno sin el otro, la primera “nos muestra a los hablantes como seres carentes de inteligencia, de esa inteligencia que gobierna al reino animal, eso que nos lleva a tropezar dos veces con la misma piedra para, después del segundo tropiezo, ir a buscarla por tercera vez para que nos conteste a la pregunta de porqué chocamos con ella en las dos oportunidades anteriores y a no darnos por satisfechos hasta habernos deslomado para quitar la piedra del camino y estar habilitados así para tropezar con la siguiente”[2] Si es posible cambiar el curso de las cosas, las elecciones y la forma de tomar decisiones. Si bien hay experiencias que nos marcan y las cuáles explican porqué somos como somos, existe algo que se llama voluntad y libertad de elección. Un reconocido psiquiatra mexicano llamado Santiago Ramírez dijo que infancia era destino poniendo así de manifiesto el carácter determinista de las primeras experiencias. La infancia marca y en algunos casos determina si, pero en otros no y se puede elegir siempre otra cosa, algo mejor, diferente. La terapia no te crea ni te destruye solo te transforma…
[1] Freud, Sigmund. “Más allá del principio de placer.” Obras Completas, Tomo XVIII. Amorrortu, p.16.
[2] Braunstein, Néstor. Goce, México, Siglo XXI, p.37.