¡Arreglen al niño!
DIVORCIO = TERAPIA INFANTIL
El proceso de divorcio es aquel por el cual se da por terminado, de manera legal, el matrimonio. Un proceso de divorcio es un proceso de pérdida. Y un divorcio no es difícil por la edad o por el tiempo que haya durado el matrimonio sino por la pérdida y la renuncia que implica. No es necesario haber pasado o estar pasando por un divorcio para acudir a terapia ya que el proceso de separación comienza desde mucho tiempo antes de que concluya la unión de manera legal. Hay quienes, al vivir el proceso de terapia, se dan cuenta de que el divorcio ya es necesario y resultaría benéfico para sí mismos sin tomar en cuenta en el proceso a los hijos. Algunos padres pueden pensar que el divorcio es lo mejor para sus hijos dado que el ambiente en casa era muy malo. Otros afirmarán, imprudentemente, que a sus hijos no parece haberles afectado, dado que no suelen hablar del tema. Sea como fuere, la realidad es que siempre hay consecuencias, sea en el presente o en el futuro. Cuando esto sucede es posible que se vivan sentimientos difíciles de manejar y de vivir. La frustración es común. El abandono emocional, la autoestima baja, la autovaloración dañada, son frecuentes cuando se vive un proceso de separación y desintegración del núcleo familiar viéndose afectados todos los miembros. Uno de los factores más determinantes es la edad en la que se produce la separación, pero también influye el temperamento y otras circunstancias de su entorno. Lo cierto es que no resulta sencillo determinar consideraciones generales para casos tan específicos como un divorcio. Hay demasiadas variables que pueden determinar la forma con que cada niño expresa su malestar ante la ruptura de sus padres, tales como berrinches, gritos, mala conducta en la escuela, aislarse de los amigos, etc., pero hay algunos niños que no expresan su malestar, aunque lo sientan. Es importante tomar terapia familiar para poder involucrar al hijo o hijos en el proceso y no se sientan desplazados de su núcleo en la separación matrimonial. No cabe duda que es doloroso, pero es importante tener en cuenta tres puntos fundamentales en dicho cambio en la familia:
Que sea siempre la pareja quien trasmita a los hijos la decisión de separarse, siempre los dos y sin enfrentamientos, aunque entre ellos haya conflictos, es recomendable pensar en el núcleo primero y no en ellos mismos.
Que nunca, bajo ningún concepto, oigan a ninguno de los padres, hablar mal del otro. Respeto es una palabra que nunca hay que olvidar, el mismo que se les ha exigido a los hijos hacia los adultos, y los padres.
Trasmitirles claramente que los padres siguen siendo padres siempre, que vean que esta relación no se destruye.
Lo más importante es que los hijos de padres separados se sigan sintiendo protegidos, y esto no es posible si los padres se faltan el respeto. No hay que olvidar que los niños son grandes observadores y que cualquier mal gesto de un progenitor a otro, va a ser captado rápidamente por ellos.