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Y tú ¿Cuándo vas a ser feliz?


 

Vivimos en una sociedad que se caracteriza por mantenernos a la expectativa. La información llega a todos y a todas en la inmediatez. Vivimos como sociedad y como generación una sobre estimulación constante que todo el tiempo nos hace desear más: queremos más experiencias, más cosas. Buscamos la perfección. Los medios nos convencen momento a momento de que todo puede ser y estar mejor y estas condiciones configuran en nuestro imaginario una expectativa sumamente alta respecto a una gran variedad de temas. Dependiendo de la edad que tengamos, Facebook, Twitter, Youtube o la televisión nos muestran todo el tiempo la vida perfecta, la vida ideal: la felicidad. Fotografías y referencias de bodas de ensueño, de bebés sonrientes, de viajes maravillosos, nos presentan una realidad que en ocasiones, poco tiene que ver con la cotidianeidad que a comparación, resulta insulsa, aburrida, poco atractiva y triste. A pesar de saber de manera consciente que lo que está subido en la red no es la vida real (una persona tiene el poder de seleccionar para mostrar en sus redes, exactamente aquellos momentos de su vida que más le gusten y de omitir los que no, incluso de modificarlos y de matizarlos hasta crear “él rompecabezas ideal”) una de las principales consecuencias de estar en contacto constante y expuestos a este bombardeo es que nos cuesta mucho trabajo ser felices disfrutando de lo que sí contamos. Hace poco en el consultorio, hablaba con una paciente acerca de lo difícil que era para ella sentirse feliz. Contaba que toda su vida había esperado un momento específico para ahora sí poder ser feliz: entrar a la universidad, tener novio, vivir en la ciudad, tener un hijo. Sin embargo y a pesar de estar viviendo ya algunas de estas situaciones, no se sentía feliz, nunca era suficiente. Su estado de desánimo generalizado y de apatía no se correspondía en lo absoluto a lo que ella observaba y aceptaba como verdadero, correcto, adecuado y normal. A lo que vivían sus amigas, compañeras y familiares. La capacidad de vivir en el presente, de disfrutar, de saborear las experiencias y las etapas es una capacidad personal que se desarrolla y se fortalece, como muchas otras, mediante la terapia psicológica.

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