¿Terapia vs Religión?
¿La terapia realmente te desapega de la religión? Esta puede ser una preocupación en personas que necesitan un proceso terapéutico pero que temen renunciar o distanciarse de su religión, experimentando culpa al sentir que traicionan ideales personales e incluso familiares. Esta creencia se ha construido por la estrecha relación que han tenido la religión y la psicología, viéndolos por lo general incompatibles, como lo ha sido entre religión y ciencia. Sin embargo han tenido momentos en la historia donde han convergido, especialmente a través de la filosofía y la teología, en un afán por entender mejor al ser humano. De ahí que muchas veces puede considerarse que la función de un sacerdote puede sustituir la de un terapeuta, finalmente ambos escuchan a la persona y ocasionalmente emiten consejos, sin embargo se orientan a distintos propósitos sin que por ello represente una contradicción. La religión está orientada hacia el entendimiento del hombre en relación con una divinidad, busca la espiritualidad, mientras que en un proceso terapéutico se trabaja sobre la relación consigo mismo. No quiere decir por ello, que para adquirir mayor seguridad en uno mismo es necesario renunciar a la fe y la creencia de un ser superior, y si esto impide el pleno desarrollo de la persona el tema merecería ser analizado. Los conflictos que frecuentemente se despiertan están relacionados con la necesidad que la persona tiene de ir tomando ciertas decisiones conforme avanza en un proceso terapéutico, las cuales muchas veces van en contra de sus ideales religiosos, generando en la persona malestar. Sin embargo el conflicto no es meramente con la religión, en realidad está siendo con el sistema moral de la persona. La religión es sólo una parte de nuestra conciencia moral. El sistema moral permite orientarnos hacia nuestros ideales, discernir entre lo que consideramos bueno o malo, regular nuestros impulsos y deseos hacia una meta superior y no quedar en la satisfacción inmediata, de alguna manera permite que convivamos socialmente de manera adaptativa y que nos acerquemos más a nuestros ideales. Sin embargo nuestro sistema moral, provenga de una religión o de otros elementos formativos, puede también tender a ser sádico e impositivo, llevándonos a experimentar constantemente culpa e impidiendo la posibilidad de reconocernos a nosotros mismos o de disfrutar la vida, que es partir de donde puede generarse el conflicto, colocando a la persona en la necesidad de estimar y jerarquizar aquello que realmente necesita para un desarrollo pleno. Esto no quiere decir que la religión sea responsable de estos procesos o conflictos internos, en ese sentido tampoco podemos juzgarla de buena o mala. En realidad esto tendría que ver más en cómo la persona interpreta los preceptos de la religión que profesa, las expectativas que le confiere y la manera en que la vive día con día. La religión promueve un camino espiritual que tiene que ver más con la posibilidad de trascender, en el cual la persona busca tener paz interior, mientras que en un proceso terapéutico se busca un mayor conocimiento de uno mismo y resolver aspectos personales.