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Escuadrón Suicida

 

Hoy por la mañana escuchaba en el taxi que en Septiembre de este año los periódicos oficiales reportaron un aumento en la tasa de suicidios del 160% en México. Dicha aseveración nos permite pensar, una vez más, en los resultados y costos sociales de este vertiginoso y agresivo momento que nos está tocando vivir. Ese mismo día, como un exceso de casualidad, hojeaba una revista en la que se contaba la historia de una madre que sepultaba a su hijo de 11 años que se había ahorcado, en la Ciudad de Guadalajara. Triste pero real, el sinsabor por la vida, los padecimientos psiquiátricos, los ataques de pánico y las depresiones profundan causan afecciones y estragos hasta a los más jóvenes. El suicidio no es un fenómeno que se quede únicamente dentro de los bordes de lo individual sino que tiene implicaciones en lo transgeneracional (varias generaciones de familias) y en lo colectivo. El suicidio lastima, asusta, duele y nos da a todos mucho miedo. Acerca de la conducta suicida se ha escrito y producido mucho arte, pero se ha investigado poco y se ha prevenido muchísimo menos. Es de esas situaciones de las que se prefiere no hablar y se pretende no saber, no ver venir. La realidad aunque dura, es que SIEMPRE existen señales cuando existe un riesgo inminente. Por ejemplo, en el caso de los adolescentes; el ánimo bajo, el deficiente rendimiento escolar, el desinterés por las relaciones sociales, el dejar de disfrutar de cosas que antes se disfrutaban son signos y síntomas que se pueden confundir con las características propias de la adolescencia. El poder distinguir una situación normal de una patológica exige muchas veces de la asesoría y el acompañamiento de un profesional. Y pasa lo mismo en otras edades. Lo cultural y lo socialmente aceptado juegan también un papel transcendental en la detección del padecimiento. El poder pedir ayuda en una situación de riesgo de suicidio propio o de alguien que amamos es sumamente complicado. Se experimenta un sentimiento profundo de negación. Como lo hemos mencionado, no nos gusta aceptarlo ni reconocerlo. Es demasiado terrible. A pesar de, estamos hablando de la vida. De preservarla. Existen muchas propuestas desde el punto de vista psicológico, psiquiátrico, terapéutico y farmacológico para tomar acciones antes de que se lleve a cabo un intento de suicidio. Porque aunque en muchas de las ocasiones el intento es un intento fallido, el paciente en cuestión (paciente identificado) cuando éste ocurre tiene que lidiar no sólo con la sintomatología que lo llevaron a intentarlo y con esta visión de túnel tan dolorosa, sino con la culpa. Como en todos los demás padecimientos, el trabajo terapéutico puede significar la diferencia entre el bienestar y el dolor.

 

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