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Gratitud


"Cuando veas las barbas del vecino cortar, pon las tuyas a remojar." Sabio dicho popular

 

Una de las noticias más trabajadas, discutidas, compartidas estas últimas semanas fue la del plagio de la tesis del presidente de México, Enrique Peña Nieto. No creas que esta columna se volverá un espacio de análisis moral o político, no tengo la intención, ni las bases para hacerlo, pero en realidad me sirve de pretexto para cuestionarnos sobre algunos puntos que se pusieron en la mesa. Algunas veces la desgracia del otro puede ser una oportunidad para visualizar nuestro propio actuar y pensar, y más si nos provoca alguna reacción, cualquiera que ésta sea. El plagio, definido por la R.A.E como “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”, me llevó de manera inmediata en mi mente a otra palabra: “identificación”, en donde algunas características, cualquiera que estas sean nos parecen útiles para nuestro diario vivir y las tomamos, la incorporamos a nuestro ser, es decir nos la apropiamos de forma consciente o inconsciente como cuando éramos pequeños y jugábamos a ser maestros o padres, o cuando en la adolescencia nos identificábamos con algún artista y buscábamos copiar su apariencia física, de formas y maneras de actuar, gestos, modismos, etc, buscando detectar la mayor cantidad de características para así poder reproducirlas. En ocasiones la identificación puede darse a pesar de uno mismo como cuando no entiendes por qué te comportas o tienes algunos rasgos iguales o parecidos a algún miembro de tu familia y más aún sin que estos te sean agradables. Todo esto me lleva a cuestionarme y te invito a que lo hagas tu también: ¿qué tanto estamos dispuestos a agradecer? ¿Qué tanto estamos dispuestos a pensar que sino el 100% de nosotros, si el 99.9% está formado de identificaciones, de rasgos aportados por alguien más y que estos apelarían a ser agradecidos? La gratitud es, como Melanie Klein una psicoanalista muy reconocida, ya lo veía, un acto muy avanzado en el desarrollo psíquico. Es decir, es algo nada fácil de tener y demostrar, por lo que no estaría hablando de la simple gratitud verbal o protocolaria, del “gracias” machacado por nuestros padres para, sólo así, poder obtener algo que deseamos. Mas bien, hablo del traspaso de la barrera egoísta, narcisista, propia de todo ser humano. De soportar el dolor de aceptar que todo lo que somos, alguien nos lo dio, que hasta la motivación con la que luchamos por algo que consideramos propio, alguien nos la enseñó o nos la transmitió. Estamos vivos y vivimos como estamos por algunos otros. Padres, maestros, hermanos, amigos, terapeutas, cultura. En donde gracias a todos ellos somos lo buenos o malos como nos consideramos actualmente o lo más probable todo eso junto. Nadie se hizo solo y más aún probablemente se sienta menos solo ese alguien si agradece a esos modelos que buenos, malos, mediocres, agresivos, defensivos, ausentes, demasiado presentes, ideales, bondadosos, han hecho que estemos vivos y lo más seguro que en pleno esfuerzo y pose de lucha, haciéndonos más receptivos y abiertos al aprendizaje y al desarrollo.


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