Emociones que despiertan en el consultorio
¿QUÉ SIENTE EL PSICÓLOGO?
¿Cómo siente un psicólogo? ¿Vive emocionalmente abrumado por lo que le sucede a sus pacientes? ¿O termina por no sentir para poder llevar a cabo su trabajo?
Los sentimientos del terapeuta hacia sus pacientes es una duda no sólo de los curiosos, es un tema que a los mismos pacientes inquieta, la persona que acude a terapia fácilmente se pregunta lo que sus historias provocan a su psicólogo, qué hace con esas historias, lo que siente por él, si le aburre, le preocupa, lo entretiene, incluso si le tiene cariño o le da igual.
Las personas depositan fantasías e ideas en su terapeuta, se despiertan emociones y expectativas de atención, comprensión y cariño, aún cuando la relación profesional está presente todo el tiempo, esto se da naturalmente en las relaciones que establecemos sin embargo en una terapia adquiere otro tipo de dimensiones para convertirse incluso en una herramienta.
Freud llamó a este fenómeno: Transferencia, todo aquello que se despierta en el paciente sobre su terapeuta, pero que, al ser consciente, se pone al servicio de una realidad más objetiva y con la posibilidad de elaborar necesidades afectivas provenientes de nuestra infancia.
¿Entonces qué pasa con los sentimientos del terapeuta o el analista? Hay una tendencia a pensar que se va volviendo insensible con tal de no verse afectado a la larga, en una especie de adaptación que, a veces, coincide con la imagen estereotipada del psicoanalista tomando notas detrás del paciente.
Por su puesto, la comprensión se genera a partir de constructos teóricos previamente adquiridos, pero estos a su vez deben sostenerse por un entendimiento más emocional que racional, por la empatía. Lo cierto es que en el terapeuta también se despiertan emociones e ideas sobre su paciente y cuando estorban sin ser conscientes pueden ser reprimidas, negadas o disfrazadas pero de lo contrario, cuando se admiten y se comprenden se vuelven otra herramienta más en el proceso, al cual se le denominó: Contratransferencia.
Freud lo empleó por primera vez en 1910 como un aspecto que el psicoanalista debía discernir dentro de sí y dominarlo, reconociendo que cada psicoanalista podría tener resistencias internas debido a conflictos inconscientes por lo que su paciente le representaba.
Posteriormente se le reconoció como un fenómeno importante para que el analista comprendiese el significado oculto del material del paciente, ya que muchas veces tiene relación con las emociones, fantasías o ideas que no alcanzan a ponerse en palabras y en las que el terapeuta se involucra sintiéndo con él o sintiendo por él.
Este fenómeno lo podemos observar, en general, cuando una persona nos provoca emociones que muchas veces no identificamos por qué, desde empatía, enojo o curiosidad, en donde se juegan aspectos de ambos. En una terapia las emociones se convierten en apoyos, signos, señales, pero sobre todo, en acompañamiento.
Las emociones no son algo que debamos evitar, son un recurso en la vida y estar en contacto con ellas nos permite desarrollarnos más. El terapeuta también siente.