Nudos de garganta, de estómago o de lo que haga falta...
NUDOS
Me costaba trabajo desatar aquel nudo
aquel viejo vestigio de una vieja ilusión
que no sé todavía cómo pudo
enredar sus raíces sobre mi corazón.
¿Alguna vez has experimentado esa sensación? ¿La sensación de un nudo? Hay muchos tipos de nudos: nudos en la cabeza, nudos en la garganta, nudos en el corazón. Todos representando algún sentimiento profundo y difícil de entender. Los nudos representan dos cosas a la vez, al parecer contradictorias. Puede representar un conflicto, pero no cualquiera, un conflicto que se vuelve complicado y generalmente, por lo menos en ese momento para la persona, con una complejidad bárbara, al punto de no poder explicarlo con palabras y las únicas que salen de la boca del sufriente es “PARECE COMO UN NUDO”, “SE SIENTE COMO UN NUDO”.
Era un nudo tan firme,
tan imperioso y cruel,
que pensé muchas veces que al morirme
moriría con él.
Puede en ocasiones ser algo que se ha acumulado por mucho tiempo, que se ha ido juntando con el paso del tiempo y que todas esas cosas dejan de fluir por caminos libres de obstáculos, porque se toparon unas con las otras y se hicieron NUDOS. Tal vez cosas, actitudes, conductas, pensamientos, que se cruzaban, chocaban y siempre se estorbaban pero lograban transitar medianamente tranquilos, hasta que un día se volvieron tantos y tan contradictorios que ya no pudieron moverse, se estancaron.
Me costaba trabajo
y el tiempo se me iba
vanamente doblándolo hacia abajo
vanamente torciéndolo hacia arriba.
Contradictorios porque el nudo también representa unión, vínculo. Del nudo como conflicto uno quiere deshacerse, pero los vínculos, uniones, relaciones, amores uno siempre los busca, los anhela y cuando los tiene, busca mantenerlos. ¿Pero qué pasa cuando esas relaciones se vuelven conflictivas?
¡Ah, castigo final de los amantes,
que es el dolor más terco y más agudo:
doloroso castigo de las manos sangrantes
queriendo deshacer un viejo nudo!
Luchar porfiadamente,
ciegamente quizás
y comprender un día, de repente,
que al tratar de aflojarlo se apretó más y más.
Y entonces se comienza a luchar, a buscar deshacerlo por todos los medios, pero algunas veces no es fácil saber por donde empezar.
Una paciente al principio del tratamiento me hablaba de los nudos que se le hacían a su perro en el pelo, al punto que un día tuvieron que raparlo, esa fue la indicación del veterinario, porque le parecía más doloroso cepillarlo. También me hablaba de los nudos de su cabello, el cual lo tenía sedoso, rizado y bastante largo. No tenía ninguna intención de cortarlo, pero en ocasiones sufría con esos nudos. Pero cuando intentábamos hablar de su nudo en la garganta que la había traído a tratamiento, le era imposible explicar que le pasaba, ¿por qué lo tenía?, ¿cuándo sucedía? y ¿en qué momento disminuía su sensación? Sólo podía expresar que no le era fácil poder comer desde que comenzó todo, y creía que era la única forma de evitar mayor sufrimiento con el paso de la comida por ese obstáculo que lo complicaba todo.
Pero ahora voy cantando por la vida
despreocupadamente una canción,
aunque tengo una herida
una pequeña herida sobre mi corazón.
Esta paciente ha comenzado bastante silenciosa, no por no querer trabajar, sino más bien por no tener palabras para explicar su dolor y su confusión, por no poder explicar esa contradicción de que las relaciones que antes le eran placenteras y seguras, ahora le parezcan incomodas y peligrosas.
Y es que quizás fui rudo,
como quien ciega un pozo,
como quien parte un gajo
pero ya me dolía tanto el nudo
que lo corte de un tajo.
El nudo. José Ángel Buesa
Pero me siento confiada, porque a su modo se ha ido expresando, no sabe si cortar el nudo, no sabe si le va a doler, no sabe si buscar nuevas formas de ver a sus actuales relaciones que le ayuden a entender cosas y que esto haga que se afloje un poco el nudo o quizá haga otros nudos vinculantes, amorosos, hasta que las cosas vuelvan a fluir mediana o totalmente libres o quizá pasemos por todas las anteriores en este viaje terapéutico a su interior.