Eres brillante porque te pule la experiencia
BRILLANTES
En alguna ocasión escuche: -¿Mamá, tú crees que soy brillante?, por lo que me acerqué un poco a la conversación y esperé abriendo muy bien los oídos la respuesta de la madre. -Claro que eres brillante!!!, pero es importante que tomes en cuenta que todo brillante tuvo primero que ser extraído, cortado, limpiado y pulido para sacarle el mayor de sus brillos y para eso los expertos necesitan tiempo y esfuerzo al igual que tú.
Me quedé pensativa y creo que esta respuesta viene bastante bien en este inicio de año y más aún a la era en la que vivimos.
Me parece que desde hace un tiempo se han ido modelando generaciones de “éxito”, en donde muchas teorías psicológicas y pseudopsicológicas han destacado la importancia del desarrollo del potencial humano, iniciando básica y puntualmente en la infancia, en donde se destaca la necesidad de ofrecerle un ambiente cálido y seguro a los niños, como también un ambiente pleno y copioso de frases alentadoras. Se valora inmensamente el lenguaje que potencie el pensamiento positivo y se busca desechar en la medida de lo posible y en algunas ocasiones de forma tajante, toda expresión o conducta que saque a los infantes de este estado cuasi divino y paradisiaco.
En general, me uno a muchas de estos pensamientos, sólo que en algunos casos las teorías o las diferentes maneras de aplicarlas se olvidan de una cosa, EL ESFUERZO.
El pensamiento positivo hacia uno mismo y hacia los demás es idóneo para el desarrollo de los individuos y elemental para los primeros meses de vida de un recién nacido, pero cuando este no es acompañado de un pensamiento dirigido a que este desarrollo también requiere de esfuerzo y espera, en muchas ocasiones lamentablemente se sufren las consecuencias familiar, escolar y socialmente.
Primero estos niños y adolescentes en un entorno sumamente cuidado, y luego ya como adultos expuestos por completo a la realidad, les es generalmente fácil detectar sin demasiado problema sus oportunidades y sus cualidades, aunque en algunos casos tal vez no las tengan en ese momento, pero tienen la suficiente confianza en sí mismos de lograr obtenerlas, sólo que nadie les dijo o no con demasiada importancia, que para llegar a todo eso se necesitaba de esfuerzo para hacerlo y esfuerzo para aguantar el fracaso, por lo que podemos estar preparando personas con una limitada tolerancia a la frustración y a las adversidades, teniendo conductas en niños, adolescentes y adultos de arrogancia, exigencia extrema hacia si mismo y hacia los demás, autosuficiencia mal entendida, agresión desmedida provocada por la frustración y más aún, aumentando los porcentajes de depresión que desde hace ya mucho tiempo ha ido a la alza y se pronostica siga aumentando en todo el mundo, ya que ellos saben o más bien visualizan el resultado deseado, pero no fueron educados para observar y entender el proceso para llegar ahí.
Educar a cualquier persona en el esfuerzo no significa educar en el sadismo. No significa enseñar a las personas a tolerar agresiones para hacerlos fuertes, como probablemente en algunas ocasiones hace ya algunos años se utilizaba como medio pedagógico y actualmente este argumento se maneja como trinchera desde donde algunas personas satanizan o rechazan una educación en el esfuerzo. Más bien podría ser, como Winnicott, psicoanalista inglés mencionaba, ir generando una desilusión gradual, en donde el mismo individuo poco a poco irá tolerando las frustraciones normales y naturales de la vida real, en donde no significa que yo artificialmente lo someta a una prueba, sino que deje, conforme el niño vaya creciendo o el adulto vaya tolerando, cada vez más, que las consecuencias naturales no sólo positivas de la vida, sino también negativas le sucedan, buscando estar cerca al principio de este proceso para apoyar, para alentar con buenas dosis de pensamiento positivo o para enjugar sus lágrimas y ayudarlo a entender que este es sólo el proceso y que en ocasiones duele, al mismo tiempo que pensar en lo que ha pasado y en como poder resolverlo y seguir. Al principio se necesitará mucho de la otra persona, pero poco a poco se necesitará menos de ella, no sólo para lograr sus metas, sino también para levantarse de sus fracasos.