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Dieta para los años dorados


GERO-ALIMENTO-TERAPIA

 

El mayor reto que en estos momentos nos enfrentamos es probablemente más difícil, puesto que no basta con "vivir más" sino que necesitamos "vivir mejor".


Con el ánimo de prolongar la vida en los últimos tiempos ha prevalecido una cierta tendencia a resaltar las pérdidas funcionales de las que suele acompañarse el envejecimiento. Sin dudas esto implica poner en peligro las costumbres, los intereses y preferencias de la persona; es decir, se impone el concepto de que una vida más larga implica necesariamente la existencia de numerosas limitaciones.


Entre las actividades del quehacer humano que más se someten a cambios drásticos, a veces innecesarios, se encuentra la alimentación.


Con frecuencia se obvia la repercusión negativa que ellos pueden tener en la Calidad de Vida, al olvidar que el acto de alimentarse va más allá de ser una acción puramente material y que se relaciona íntimamente con aspectos relevantes en la vida de las personas.


Al unir la alimentación con la gerotrascendencia, urge rescatar ciertos elementos de cada etapa de la vida que contribuyan al bienestar de las personas en la vejez. A pesar de que toma décadas conformar un patrón alimentario estable, el adulto mayor debe enfrentar situaciones que pueden motivarla para modificar esa conducta. La culpabilidad surgida de la certeza de no haberse alimentado adecuadamente en el pasado, desemboca en que la persona anciana se sienta mal consigo misma. El cambio de roles y el desencanto por no ser competitivo, hace que la persona se halle, a menudo, inútil y desplazada, afectando su sentido de identidad. Incluso, algunos individuos que estuvieron involucrados en la compra y preparación de alimentos, se sienten marginados cuando otra persona asume ese papel (Laforest J., 1991).


En la vejez, por lo tanto, la alimentación tiene ese significado excepcional puesto que a través de las comidas pueden transmitirse sentimientos hacia las personas más allegadas, gestándose nuevos proyectos de vida, tales como enseñar las recetas de cocina tradicionales de la familia o, aprovechando el extenso tiempo de ocio del que dispone el anciano, atender una huerta. (Laforest J., 1991).


Conviene destacar en la vida de las personas adultas mayores, áreas tales como confianza básica, vinculación decisiva alimento-vida, autonomía en la alimentación, finalidad de la alimentación adaptada a las necesidades reales de la persona, mayor apertura para el cambio en los hábitos alimentarios y expresión de fidelidad, amor e identidad a través de ellos.


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