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Carta al futuro padre de mis hijos

Carta al futuro padre de mis hijos.


La que nos toca vivir no es una época sencilla, ni para las personas en general, ni para las mujeres, ni para el ejercicio de la maternidad.


Como generación nos encontramos escindidos, divididos. Por un lado estamos sumergidos en todos los vicios de la modernidad: trabajar sin parar, producir, consumir y ser “exitosos y exitosas” a toda costa y a cualquier precio, incluso a precio de la salud física y mental.


Por otro lado está también un intento muy legítimo y muy noble que hace también esta generación por volver a los orígenes, por buscar el equilibrio, retomar la espiritualidad y procurar mayor contacto con la naturaleza.


Quizá existan pocos fenómenos tan naturales como el de convertirse en mamá. Pero las mujeres somos personas y la cultura, el elemento social, lo ideológico y lo histórico nos atraviesa de manera muy profunda, determinante y a veces definitiva.


Cada vez son más y más las mujeres que por distintos motivos retrasan o evitan la maternidad. De estos casos he escrito mucho anteriormente, para legitimarlos y validarlos. No obstante esta vez el propósito de este texto es distinto.


Tan valiente es una mujer que no desea ser madre como aquella que sí lo desea. Es desde esta premisa que si yo pudiera dedicar unas líneas en un sentido petitorio e hipotético a la persona que me acompañase en este proyecto, estas irían así:


Comprende por favor mis próximas contradicciones y también las anteriores.

Voy a tener mucho miedo: de equivocarme, de que me duela, de no lograrlo, de arrepentirme.


A veces será necesario que únicamente me escuches y me abraces. La mayoría de las veces tú presencia, tu compañerismo y tu compañía serán el bálsamo suficiente para que yo me sienta mucho mejor.


Involúcrate en todo, no sólo en el embarazo y el parto sino en la crianza. Gran parte del origen del temor que hoy tengo es el haber sido testigo silencioso de tantos y tantos casos en los que el padre sencillamente desaparece de cuadro mientras es la madre la que se tiene que desdibujar de todos sus demás roles (profesionista, amiga, mujer) por la simple razón de que no puede sola.


Y por último y para no parecer muy exigente te pido por favor que cuando las cosas se pongan complicadas, cuando no sepa que responder ante las preguntas, exigencias o demandas de nuestras hijas o hijos, cuando este cansada y harta, recuérdame (¡te lo pido!) los motivos que tuvimos para iniciar esta aventura.


Por mi parte prometo recordarte todos los días las razones por las que te elegí a ti.


Diana.


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