Hogar es hogar
Antes de ponerle título a este nuevo artículo, quiero platicarte que, es un mito aquello que dicen; si te casas con él o ella te casas con la familia, hace poco curioseando por internet vi una foto un poco peculiar la cual, era muy viejita y las caras de esa foto estaban o rayadas o despintadas, hasta podría jurar que borradas con el mismo dedo y en la parte de abajo había una leyenda que decía más o menos así (Parafraseando) Está bien no querer a la familia seguido de: -eso de “Amar a la familia incondicionalmente” es un mito, hay personas que crecen en familias jodidas y decirles que tienen que “Amar incondicionalmente” a su familia es obligarles a que acepten comportamientos abusivos y tóxicos y eso no es justo, nadie debería querer por obligación-. (Autor; desconocido).
Y lo comento porque, muchos años estuve peleado con estos vínculos familiares, los cuales me causaban temor y ardor interno con el entorno en el cual habitaba, si bien me case y sigo casado con la idea de qué; está bien no amar a la familia, está bien no convivir con ella, es importante pienso yo, sanar, cerrar, liberar, para poder avanzar, porque, si no sanamos y no actuamos desde el darnos cuenta, y para mí, tuvieron que pasar años para poder lograrlo y justo lo logre, cuando llegue a un núcleo familiar distinto al que yo venía, no digo que toda mi vida familiar fue mala, pésima, si obscura, lo que me impedía ver otras formas de amor, otras formas de trato, otros hogares.
Cuando llegue a la familia de mi pareja, hoy hace once años, todo una disfuncional distinta a las mías dentro de mi casa, a partir de este momento, aprendí que un hogar, no es lo mismo que un llegar a casa. Y desde ese momento me di a la tarea de formarme y formarnos como pareja, a través de que, tuve la oportunidad de vivir en este hogar, distinto y lejano a mi casa.
¿Qué si quiero a la familia de mi pareja?
Aprendí a amar todo lo desconocido, debo confesarte que al principio me sentía muy incómodo e invadido, cuando la mamá de mi pareja entraba a mi habitación a hacer el aseo o cuando entraba para tender la cama o cuando accesaba y acarreaba la ropa sucia para lavarla, he de confesarte que me resultaba extraño cuando se ofrecía a plancharme una prenda para ir presentable al trabajo o para alguna reunión. Recuerdo que todas las mañanas, antes de irme a la jornada laboral ella, estaba ya de pie para platicar de prisa conmigo, para saber cómo estaba mi ánimo esa mañana y si en esos cortos tiempos premiaba, me regalaba un té, un vaso de leche o quizás un licuado e indudablemente antes de salir del hogar, siempre me regalaba un abrazo y un beso, sabía yo que eso, ese acto, era una manera tierna, amorosa y sincera de decirme Dios contigo, un acto de bendición para muchos acá en occidente, (y no es que en mi casa esos actos no sucedieran, pero he de decirte que eran mucho menos frecuentes, es decir mucho más escasos, por cuestiones que la misma familia demandaba, es decir, tener otras necesidades cubiertas, al fin, ya habrá tiempo para los besos o los abrazos). Y actos como estos se prolongaban por las tardes de fin de semana, yo soy amante de las palomitas o los chicharrones fritos, mismos que una tarde de películas ella me hacia, me acercaba y si se acababan me rellenaba, actos de amor escondidos en acciones quizás simples o cotidianas, mismos que en ese momento yo apremiaba y requería.
Como estas pequeñas acciones muchas pude sumar en esos dos años de vivir en su hogar, los afectos se no se han hecho esperar alrededor de estos once años, años que han nutrido mi ser, mi vida y mi permanencia en esa mi nueva, mi cuarta familia, así que si me preguntas, ¿se puede amar a la familia? No sé a cuál te refieras, pero mi respuesta es sí ¿Qué título le pondría?
La filiación a las otras partes de mi pareja; la reconexión al amor propio y a una vida mejor. El verdadero significado del Hogar.