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Ser hombre en pleno siglo XXI parece imposible



Yo me pregunto en primer y probablemente único lugar ¿Qué es lo que da sentido a la vida de cada ser humano?

Me respondo con extrañeza y confusión, que aparentemente se trata únicamente de llenar un vacío que parece más bien un agujero negro que nunca será satisfecho por nada.


Yo considero que no es que no hayan valores de los que podamos asirnos y convertir en referente para confirmar con base en ellos un marco de comportamiento que permita enfocar nuestros esfuerzos y fortalecer nuestras aspiraciones, creo más bien que los valores están vueltos locos, y si los pudiera investir de personalidad, diría que esa locura les viene de la enorme confusión que les provoca el vertiginoso e inacabable flujo de información promovido en virtud de los avances principalmente en la tecnología de difusión de información y en especial de las redes sociales, que los hace cada ves menos capaces de discernir.


La locura entonces en el reconocimiento de los valores proviene en mi opinión, del cambio en el orden ontológico, que al menos conceptualmente, en origen se priorizaba en ser, hacer y tener como la secuencia lógica natural, conllevando una apreciación sociológica generalmente reconocida para la conformación de una auténtica comunidad humanizada y humanizante, poniendo en primer lugar a la familia, definiendo la unidad en términos morales en la ponderación y fortalecimiento de la figura del padre como proveedor y ejemplo de laboriosidad aunados al reconocimiento de figura de fortaleza protectora e independientemente de concepciones del machismo por demás simplistas, como responsable de abrir para su pareja, el camino para desarrollar y consolidar la emocionalidad afectiva de los hijos, así como darles cauce a sus aspiraciones cognitivas y de la responsabilidad de su utilización para el bien social, primero que nada en favor de la comunidad familiar, conformando entre ambos padres un fundamento de propósito existencialmente virtuoso con eje en la perpetuación de una buena comunidad humana, ambiciosa de seguir creciendo en todo posible sentido y forma, pero hete aquí con que los avances tecnológicos, el apetito materialista, y un mal fabricado sentido de igualdad profesional, vinculados por al apetito de poder, abren la puerta, por una parte a la competencia por demás beligerante entre géneros, considerados en principio cómo solo dos, y de forma pertinaz, la paulatina desvalorización del ser humano como participante de una comunidad con vínculos afectivos originados en la condición diferenciadora del resto de los demás seres vivientes, ubicándola mejor en la posible integración con base en los intereses puramente cognitivos que en alguna etapa de nuestra civilización tenían más que ver con la capacidad individual de análisis y la aspiración de trascendencia que con el incentivo económico y la vanidad satisfecha por el reconocimiento de éxito aparente, de forma casi exclusiva, por la magnitud de las posesiones materiales.


Probablemente la demasiado breve disertación pueda no ser suficiente para emitir una opinión con soporte bastante para justificar la necesidad y el valor de un día internacional del hombre, pero me atrevo a decir, que a partir de esta que el tener esta fecha como referencia, es de suma importancia para crear una conciencia, o al menos iniciar el proceso, que lejos de glorificar una posición difusa del concepto de hombre, nos lleve a pensar y de allí actuar en relación a los valores que debemos darle a las comunidades humanas, a los individuos, a los sentimientos e intereses que debieran unirnos, e irnos alejando paulatinamente del proceso de desensibilización que provoca el insaciable apetito por la información como sustituto pernicioso del conocimiento y dar lugar así a la formación de hombres que sean dignos de celebrar su participación en la formación de una mejor comunidad humana en vez de seguir encontrando justificaciones de una triste participación en el actual proceso de desintegración social, en estereotipos bizarros de condiciones límite de personajes que nos empeñamos en dignificar como resultado, en mi opinión de la falta de propósito trascendente cómo lo menciono antes, por la adopción de posiciones simplistas y cómodas y en especial por el brutal deterioro de la comunicación presencial afectiva, aunada al desarrollo intelectual basado únicamente en la cantidad de información, en vez de una aspiración de trascendencia comunitaria, mucho más allá del mero protagonismo monetario..



Y tú ¿Que opinas?




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