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Psyche & Eros

Psique y Amor

Es una idea bastante aceptada que en la guerra entre el corazón –considerado universalmente como un símbolo del amor– y la mente –por otro lado, entendida como el símbolo de la razón– los únicos perdedores, somos nosotros.


El filósofo francés, René Descartes, tenía identificados dos tipos de amor: el pasional y el razonable. El dividía estos tipos de amor basándose en la idea de que el amor pasional es algo estrictamente corpóreo, en búsqueda de su propia satisfacción. Por otro lado, el amor razonable es algo más del alma y que no necesariamente existe gracias al cuerpo sino que está más allá de él. Y a pesar de todo, el filósofo no puede negar que el alma está indudablemente ligada al cuerpo, lo que hace inevitable que la razón esté acompañada de la pasión y, por ende, ambos amores terminen fundiéndose uno con otro.


Ahora bien, en términos científicos, sabemos perfectamente que las emociones y los sentimientos (en este caso el amor) que tanto le atribuimos a uno de los músculos más importantes de nuestro cuerpo, en realidad no se generan en él. La única función de nuestros corazones es bombear la sangre que circula por nuestros cuerpos. Todos esos químicos y conexiones eléctricas que resultan en lo que llamamos emociones, irónicamente, suceden en nuestros cerebros… El cerebro, ese otro órgano al que le atribuimos el “matar” el amor con la razón, con la mente, pues sí, en realidad también es el encargado de regular nuestra capacidad de raciocinio.


¿Por qué entonces relacionamos al amor con el corazón y a la razón con la mente?, ¿por qué buscamos separar las fuentes de nuestras emociones y de nuestra razón?


Yo tengo la teoría de que es para perpetuar esa idea de que, por alguna extraña razón, deben estar peleadas. En lo particular, la considero una noción bastante dañina. La emoción y la razón no deberían estar en guerra y nosotros no deberíamos ser los únicos perdedores en medio de esa batalla, sino que, al contrario, ¿por qué no buscar la conciliación de la emoción y la razón para así crear un amor más fuerte y más sano?

Independientemente de las ideas filosóficas o psicológicas que durante años se han ocupado de tratar de responder y resolver los enigmas de la relación emoción/razón, yo quisiera que lo viéramos a través de un ojo cultural. Simplemente porque esa batalla emoción/razón creo que nace de las nociones y representaciones culturales que constantemente nos dicen que “el amor es ciego” o que “en el corazón no se manda”, entre muchas otras expresiones que sólo contribuyen a ampliar la creencia de que el corazón y la mente son entes irreconciliables y siempre en disputa.


Hay preguntarnos, de verdad, ¿por qué la razón y el corazón tienen que estar peleados? El amor es un sentimiento que, en teoría, nos brinda paz y nos convierte en mejores personas; nos provoca felicidad y bienestar. Amar y ser amados se convierte, incluso, en una necesidad humana. El hecho de que tengamos la idea de que nuestras pasiones deben ser desbordadas y que la razón es la que las limita es tóxica. El amor, por supuesto que puede ser razonable. La pasión puede ser desbordada y comprendida al mismo tiempo si somos lo suficientemente capaces de razonar su actuar y lo que nos hace sentir, con el único fin de mantener mejores relaciones afectivas.

Y con todo esto, basta decir que al parecer tú y yo estaríamos de acuerdo con René Descartes.

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