Siempre es la mejor pareja
El filósofo español Ortega y Gasset definió el amor como “una especie de imbecilidad transitoria, un estado de angostura mental, de angina psíquica”. Cuando estamos enamorados parece que se nos nublan un poco las ideas, y ya no tenemos muy claros nuestros argumentos: las emociones se ponen por encima de lo racional y nos conquistan también el pensamiento, pero eso no es malo.
No se trata de controlar las emociones y de intentar evitarlas o disimularlas, sino de aprender a regularlas, manifestarlas en el momento adecuado, con la intensidad justa y llevando sus riendas.
Cuando nos enamoramos no solo es inevitable idealizar a la otra persona, sino que además es necesario. Ese estado incontrolable y pasional, que se produce con tanta intensidad, tiene su fundamento en la visión especial que tenemos acerca de quien nos enamoramos.
Una visión especial que nos hace maravillarnos, ya que cualquier característica positiva en la otra persona la ampliamos de una forma exagerada y cualquier aspecto negativo lo disminuimos e incluso lo vemos como algo simpático. En la idealización lo que prima es el personaje que construimos a través de otra persona (simbólico de padres o tutores).
Fantaseamos con poder encontrarnos al ser amado en cualquier lugar y en cualquier instante, percibimos que puede suceder algo así y permanecemos alerta. Lo vemos en todas partes y lo sentimos como una parte nuestra.
Cuando una pareja se separa y rompe su vínculo amoroso es por alguna razón de peso porque no es fácil que puedan separarse dos personas que se aman, por cosas intrascendentes.
Sin embargo, luego de una separación es común que ambos comiencen a evaluar en forma cada vez más difusa la causa que los separó y hasta la nieguen, cuando comienzan a extrañarse. Se convencerán de que realmente se aman, que no pueden permanecer separados.
Pero pronto comenzarán a aparecer las formas idealizadas que se tenían cada uno de la pareja que se transformará y creará duda de lo que realmente estamos haciendo y/o sintiendo, dando una sensación de amor/odio para renovar la relación y posiblemente reformular acuerdos y renovarse o determinar una separación conveniente.