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Reflexionar sobre mi vida

Honestamente, no a muchos se nos da reflexionar acerca de nosotros mismos, nuestras vidas. Será por varias razones pero no considero que una práctica común sea detenernos a observar con microscopio nuestras propias acciones, nuestros sentimientos, nuestras vidas en general. A algunos nos resulta incómodo poner en perspectiva las cosas que hemos hecho o que hemos dejado de hacer porque eso podría conducir al arrepentimiento en el caso del pasado o a la insatisfacción en el caso del futuro… a la terrible tendencia de compararnos con los demás si pensamos en el presente.


Mirarnos al espejo, no lo acción, sino la metáfora de hacerlo para reflexionar acerca de nuestra vida, no siempre resulta ser un ejercicio agradable. Va más allá de un asunto de autoestima y de si me veo bien o mal, si estoy bonita a fea. Mirarnos de verdad, en ese espejo de la reflexión, puede mostrarnos cosas que muy probablemente no quisiéramos ver, cosas que enterramos en lo profundo de nuestra mente, recuerdos que “borramos” de nuestras memorias porque nos resultan demasiado dolorosos, desagradables o engorrosos. Tal vez por ello, en muchas ocasiones, excavar los senderos de la mente resulta un punto álgido en las terapias o cuando estás conociendo a alguien en una plática casual. En el contexto que ustedes quieran, es un tanto incómodo en mi opinión.


Recuerdo la primera vez que mi terapeuta me pidió cerrar los ojos (primera incomodidad), que pensara en un lugar tranquilo y que recordara el primer recuerdo, digamos, no tan agradable de mi vida (segunda incomodidad). Mostrarnos vulnerables, incluso con nosotros mismos, es la cosa más escalofriante que existe, si soy completamente honesta. Y ni se diga con los demás. Al menos hablo desde mi experiencia. Aquello de abrirme, sea con mi terapeuta, con mi familia, con mis amigos, me cuesta mucho trabajo. Hay personas a las que no, son extrovertidas, es más sencillo para ellas. Está padrísimo. Pero, ¿qué pasa con los que no?


Incluso una plática en una fiesta me daba pavor y me provocaba ansiedad hasta hace un par de años. Era terrible. Odiaba que me preguntaran: “¿Y qué haces ahora?” Nada, en realidad. Pero en términos sociales, hacer “nada” es sinónimo de fracaso, es inaceptable. Siempre hay algo que hacer. Siempre hay que “vibrar alto”. Siempre hay que estar felices. Cuánto daño nos ha hecho como colectivo social aquello que ahora llaman la “positividad tóxica”. Precisamente porque nos impide hacer una verdadera y profunda reflexión de nuestras vidas, de los sentimientos que experimentamos, de lo “bueno” y lo “malo” sin juzgarnos, sin calificativos, impidiéndonos la posibilidad de experimentar todo lo que constituye vivir la vida.


La vertiginosa forma en la que vivimos nuestras vidas, la falta de tiempo, siempre a las prisas, tener las horas repletas de pendientes, dos trabajos, “no tengo tiempo ni para mí mismo”, pueden ser parte de la razón por la cual no reflexionamos acerca de nuestras vidas. Pero creo que una de las razones principales es que nos da miedo, un pavor impresionante. Pero entonces, ¿por qué resultaría asertivo o “bueno” hacer este ejercicio?


Creo que la respuesta va más allá de la noción de que podemos “cambiar”. Por ejemplo, el pasado no lo podemos cambiar por más que queramos. Los errores o aciertos que experimentamos ya sucedieron y a menos que en un futuro no tan lejano inventen una máquina del tiempo, no podemos borrarlos. Sólo nos queda la experiencia. En el mejor de los casos, enseñanzas. En el peor, yo creo que rencores e inconformidades con lo que hicimos, dijimos o dejamos de hacer y decir.


Reflexionar y poner en perspectiva nuestras vidas puede resultar en algo positivo, claro que sí, y no en algo “positivamente tóxico” sino en algo que tal vez podríamos llamar “positivamente asertivo”. Es una deuda que, incluso, tenemos con nosotros mismos. Reflexionemos en torno a nuestros errores y aciertos, en los momentos agradables y en los que no nos resultan tan placenteros. Eso conduce a la conciliación con nosotros mismo y a algo maravilloso: a ser capaz de dejar ir.


Escritora Isabel Jiménez Miramontes

TW: @IsaJiMir

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